Recuerdos en la maleta... de Lisboa

Ya hace unos meses Lisboa me dejó un gran sabor de boca, aunque breve. Lisboa es una ciudad en pleno desarrollo, con rincones llenos de encantos y con un olor a viejo que te enamora. Pasear por su centro es bastante chocante, tan pronto estas rodeado de tiendas Channel, Armani o Carolina Herrera, como te encuentras en una calle con un edificio en ruinas. Es una ciudad de contrastes, donde la diferencia entre lo rico y lo pobre es enorme. 



Pasear por el Barrio alto o Alfama es magnífico, y disfrutar del centro, saliendo de la Plaza del comercio y atravesando la Rua Augusta repleta de artistas callejeros es increíble. Al otro lado de Lisboa, el barrio de Belem, con el Monasterio de los Jerónimos, precioso por fuera pero un secreto por dentro, porque es la segunda vez que lo encuentro cerrado. La Torre de Belem, con el río Tajo a sus pies, y el imponente Puente 25 de septiembre, hacen que te quedes fijo, mirando… Y no pudo faltar la visita nocturna al Barrio Alto, donde tan pronto escuchas Fado, como te ofrecen coca, pero todo con un gran sentimiento de seguridad y de buen rollo.
Capítulo aparte merece la zona que en su día albergara la EXPO’98. Aquello es un ejemplo vivo de cómo aprovechar y recuperar una zona que en otras ciudades, como Sevilla, ha quedado obsoleta y muerta. Aquí, donde antaño había una gran zona de aparcamientos, hoy hay un centro comercial; dónde hubo un enorme Pabellón Central, hoy hay un teatro que alberga festivales, conciertos, musicales…; donde había una hilera de mini pabellones temáticos, hoy hay una gran zona de ocio nocturno… Todo ello visto por un teleférico que aun da servicio a la visión aérea del recinto. Un ejemplo a seguir. 
Cuatro días en Lisboa dan para bastante, por lo que decidimos coger un coche y descubrir nuevos lugares. Uno de los días descubrimos el Alentejo portugués, tierra de carbón, trigo y un queso de oveja riquísimo. Por allí, sólo destacaré Évora y los cercanos Cromlech de Almendredo

Mejor fue viajar al norte, dirección Fátima. No soy religioso, pero siempre he admirado a la gente que es capaz de sentir una fe que yo no comparto. Aunque Fatima me decepcionó. La Iglesia es el mejor negocio del siglo, y este sitio de oración y de promesas no iba a ser menos. Vi un puñado de gente de rodillas, haciendo sus promesas… pero no puedo contar la cantidad de puestecitos que se han montado alrededor de la Virgen para vender su imagen, sin olvidar el propio negocio del Santurario, que te venden las enormes velas para que las quemes… 

Olvidando Fatima, nos dirigimos a Nazaré, precioso pueblo costero de marineros en donde comimos el mejor arroz caldoso de nuestra vida. Nazaré es super recomendable, las vistas desde su faro son increíbles, y sus callecitas blancas llenas de vida son geniales. Y encima tuvimos suerte porque fuimos el viernes santo, único día del año en el que se rememoran las viejas tradiciones. El paseo marítimo se llena de hombres y mujeres jugando a los juegos de su infancia, todo ello con los vestidos de la época. Genial. Como genial fue nuestro siguiente destino: Óvidos, encantador pueblo medieval metido entre murallas, donde probamos el vino típico de la zona, un vino dulzón de guinda que se toma en un chupito de chocolate.
Como veis, el viaje ha merecido la pena. Y si algo he aprendido en este viaje es que Portugal es un país muy desconocido y sin duda a descubrir.

Comentarios