Qué ver en La Alberca, un pueblo Monumento Histórico Nacional en Salamanca

Cuando mis amigos hablaban de Salamanca, y yo siempre decía que no lo conocía, se hacía el silencio. Por suerte, el año pasado me quité ya esa espinita y visité la que sin duda es una de las ciudades más bonitas de España. Pero hoy no os hablaré de esta ciudad tan universitaria, sino de una de las visitas que hice aprovechando mi viaje a la zona: La Alberca.


La Alberca está situada a 73 kilómetros al sur de Salamanca y al norte de la Sierra de Francia. Es uno de esos encantadores pueblos por los que es absolutamente necesario perderse y respirar su ambiente. Como curiosidad, os diré que fue la primera población rural en ser declarada Monumento Histórico Nacional. Y no es para menos.


Porque pocos pueblos hoy en día pueden presumir de mantener en su centro histórico la esencia de una tradición que ya tiene siglos. Y si un pueblo con el encanto de antaño encima se sitúa en un paraje rodeado de bosques, vegetación y montaña... pues el resultado es único.


Si paseas por La Alberca debes mirar cada rincón a tu paso. Así, descubrirás las hermosas casas hechas de granito y piedra con vistosas vigas de madera, sin olvidarnos de los soportales de una Plaza Mayor preciosa y de la Iglesia del siglo XVIII.


Y si os gustan los embutidos, podéis ir preparados para comprar jamones, chorizos y quesos a granel. Todas las tiendas del pueblo (hay muchas, es un pueblo muy explotado para el turismo) tienen interesantes paquetes de embutidos a muy buen precio y con una pinta estupenda. Yo no compré embutido, pero sí unas magdalenas caseras que todavía hacen que me relama. 

No podéis iros de La Alberca sin subir a la Peña de Francia, una montaña en cuya cima encontraréis el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia y unas vistas de la comarca magníficas. Cuidado con la época en la que vayáis. A mi me pilló frío... y nieve. Y depende de cuánta nieve haya, podréis o no subir hasta la cima. En mi caso no había tanta nieve como para cerrar el acceso, pero sí lo suficiente como para que, honestamente, pasara hasta miedo... Subir con el coche, ver que la carretera es cada vez más pequeña porque cada vez hay más nieve en el borde y ver que un coche baja en el otro sentido... ¡Es de gritar!


¡Amantes de la buena cocina! Imperdibles las patatas revolconas.


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